Fernando Grande-Marlaska fue durante años el juez de mayor renombre de España. A ello contribuyó una carrera en la que destacaba numerosas instrucciones de causas contra la organización terrorista ETA y la condena y encarcelamiento de Arnaldo Otegi. También fue el juez instructor del mediático caso Faisán, donde fueron procesados veinticuatro personas implicadas en la extorsión a empresarios vascos por parte de ETA; el llamado impuesto revolucionario. En 2008, de hecho, se descubrió la existencia de un comando de la sanguinaria banda cuyo objetivo era atentar contra el magistrado en su residencia de vacaciones de la Rioja.
Los medios de comunicación ensalzaron pronto la figura de aquel juez íntegro, valiente, que se enfrentaba a la sanguinaria organización terrorista y la combatía con firmeza a pesar de las amenazas. Sin embargo, aquella imagen construida durante años en la lucha antiterrorista quedó hecha añicos en apenas tres años de polémica actividad política, desde que en 2018 entrase a formar parte del ejecutivo de Pedro Sánchez como ministro del interior.
El bochornoso orgullo 2019 marca una etapa de Marlaska
El primer escándalo tuvo lugar cuando algunas integrantes del partido Ciudadanos, concretamente Inés Arrimadas, Marta Rivera de la Cruz y Melisa Rodríguez, tuvieron que ser evacuadas por la policía de la celebración del Día del Orgullo Gay, cuando algunos participantes les lanzaron objetos y las rociaron con agua y orines. Dos días después de los sucesos y de la denuncia de Ciudadanos de tan execrables hechos, se filtró un presunto informe policial que negaba que Arrimadas y sus compañeras hubieran sufrido las agresiones que denunciaban, y que habían quedado grabadas. Las sospechas de que el mencionado informe policial hubiese sido una fabricación del ministerio del interior que Marlaska presidía se hicieron notar enseguida. La precipitación con la que se elaboró y filtró, que no incluyera la versión de ninguno de los agentes que participaron en la evacuación, y, sobre todo, que no figurara en
ninguna parte la unidad policial hacía que todo aquel asunto oliera muy, pero que muy mal.
Sin duda, el escándalo más mediático que afectó directamente a Marlaska fue el cese del coronel de la guardia civil Diego Pérez de los Cobos. La razón; éste se había negado a filtrarle información sobre la investigación que un juzgado de Madrid estaba realizando sobre la polémica celebración de las manifestaciones feministas, en marzo de 2020, en el peor momento de la pandemia. Un año después, la Justicia anulaba por ilegal la destitución de Pérez de los Cobos.
Ceder ante ETA, la mayor traición a España
Pero lo más doloroso para muchos españoles es, sin duda, la política semanal de acercamiento de los más sanguinarios presos etarras al País Vasco, como pago al apoyo de Bildu que tan necesario es para el Gobierno de Pedro Sánchez. Hasta la fecha, 110 de los 188 presos de ETA han sido trasladados a cárceles vascas, de los cuáles, el más célebre e infame es Francisco Javier García Gaztelu, alias “Txapote”, condenado por los asesinatos de Gregorio Ordóñez, Fernando Buesa y Miguel Ángel Blanco, entre otros execrables crímenes.
Su polémica más reciente fue el ocultamiento de la detención de dos personas del círculo próximo del hasta hace poco líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, por incitar a la violencia contra los asistentes al acto de Vox en el barrio de Vallecas y la policía, en la ya finalizada campaña por las elecciones a la comunidad de Madrid.
Cuesta imaginar que aquel juez, que tanto prestigio y admiración tuvo antes de ser llamado a formar parte del ejecutivo de Pedro Sánchez, sea ahora una figura oscura y denostada. Pero hay quienes aseguran que Fernando Grande-Marlaska nunca fue tan ejemplar como se tildó desde los medios de comunicación. Según un artículo publicado en Libertad Digital, algunos excompañerosde la judicatura describen a Marlaska como un hombre ambicioso y advenedizo, que se acercó al PP para escalar posiciones. De hecho, fue el PP quien lo propuso como vocal de consejo general del poder judicial en 2013, para cruzar al PSOE cinco años después, en 2018, y convertirse en ministro de un gobierno socialista.
Con todo, es innegable que Fernando Grande-Marlaska combatió denonadadamente contra ETA, encarceló a Arnaldo Otegi y vivió bajo amenaza de la banda terrorista. Sin embargo, en apenas tres años como ministro del interior del gobierno socialista de Sánchez ha protagonizado al menos tres escándalos que, por separado, y en cualquier otro país, habrían bastado para cercenar de inmediato la carrera política de cualquier ministro. Atrás queda la imagen del juez que luchó contra ETA, mancillada por una sucesión ininterrumpida de gravísimos escándalos que harán que pase a la historia como uno de los peores ministros que hayan estado al frente de un ministerio en este país.