Nadie escarmienta por cabeza ajena

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Esta frase lleva días rondándome la cabeza, y no he dejado de pensar en eso ante los avances de la izquierda radical en Europa. Muchos afirman que ellos sí, que saben cómo llevar adelante un gobierno más presente en la sociedad y que no pase lo que en Rusia, Cuba, Corea del Norte, Vietnam y otros tantos. Pero resulta que la historia y la realidad han demostrado que no importa lo que se haga ni las intenciones que se tengan, el desenlace es el mismo: miseria y represión.

Es una cadena: Colombia no es Argentina, hay instituciones; Argentina no es Venezuela, decían muchos; Venezuela no es Cuba, se burlaba la mayoría; y Cuba, bueno, Cuba siempre fue desde ese fatídico 1959. Esta misma frase se aplica a España, en la que todos decían que nunca sería como el socialismo latinoamericano, pero que con el ascenso de Podemos y la radicalización del PSOE se veía a todas luces que se marchaba por la misma senda.

Las elecciones de este 28 de mayo, por suerte, han demostrado que el pueblo y la sociedad española se están alejando de la izquierda más radical. Tal parecería que miraron al oeste y aprendieron la lección, pero no es del todo cierto, el PSOE sigue siendo la segunda fuerza política del país y Sumar se avienta en el escenario político. Por tanto, a pesar de los resultados tan alentadores de las últimas elecciones, creo oportuno ilustrar desde mi perspectiva cómo es que la izquierda se enraíza y contamina la democracia. El ejemplo que usaré es el de Cuba, país del que vengo y cuyo gobierno es la fuente de todo mal al irradiar el comunismo allí donde pueda.

La provincia de la isla de Cuba se independizó del Reino de España en 1898 tras la guerra hispano-cubano-americana, que culminó con la firma del Tratado de París de ese mismo año. El 20 de mayo 1902 nació la República de Cuba y a partir de ahí su democracia floreció con no pocos tropiezos, hasta el año 1940 en el que se promulgó una de las constituciones más avanzadas de la época. El sentimiento de democracia y unidad se estableció en el pueblo cubano hasta que en 1952 Fulgencio Batista dio un golpe de estado que meses más tarde disfrazaría con elecciones. Eso no complació a un pueblo que ya sabía vivir en libertad y prosperidad, por lo que varias organizaciones se opusieron tanto políticamente como con las armas a la dictadura. Uno de ellos fue el Movimiento 26 de Julio, liderado por Fidel Castro, el cual se hizo con el poder en 1959.

Hasta ese momento, la economía cubana era una de las más florecientes y prósperas del mundo. El PIB y los volúmenes de exportaciones superaban a muchos países europeos. Los cubanos disfrutaban de Sanidad, Educación y prosperidad en sus negocios. Sin embargo, los recién llegados al poder prometieron arreglar todo lo que estaba mal en Cuba: Sanidad, Educación, Educación y Sanidad, ¿les suena? Lo primero que hicieron fue demonizar y expropiar a las grandes empresas y sus propietarios, supuestamente porque expoliaban al pueblo y establecían precios abusivos a su antojo. Luego lanzaron dos reformas agrarias con las que limitaron fuertemente la cantidad de tierras a poseer. Promulgaron la ley General de la Vivienda en la que REGALARON las casas a quienes hasta ese momento vivían alquilados en ellas. Los propietarios jamás fueron compensados. Luego fue el turno de la mediana empresa, quienes tenían más de 100 trabajadores eran capitalistas feroces, por tanto, expropiados. Luego, quienes contrataban a un no miembro de su familia; y ya por último en 1968 hasta los limpiabotas fueron robados en la operación llamada La Gran Ofensiva Revolucionaria.

En el plano social la marcha demoledora fue a la par de la extinción de la propiedad privada y toda autonomía. Se constituyeron las UMAP, campos de trabajo forzado para intelectuales, religiosos, disidentes y gays. Se eliminó toda educación privada y religiosa. Se fomentó el escarnio público a aquellos que mostraran “conductas burguesas”, o sea, ser educado, amable y de buenas maneras. Se prohibió decir señor o señora y se estableció la obligatoriedad del “compañero”. Pero lo más relevante de todo fueron las mentiras. Fidel Castro afirmó una y mil veces que no era comunista, que su revolución era más verde que las palmas, en cuanto pudo se alió a la Unión Soviética. Afirmó que Batista se robó todo el dinero del país, lo cual es algo absurdo cuando la riqueza de Cuba provenía del flujo del mercado. Se inventó un enemigo: Estados Unidos. Prometió triplicar la producción en todos los sectores a través de la planificación de la economía, lo cual nunca sucedió: en realidad todo fue en picada sumiendo al país en una crisis eterna.

Todo eso ocurrió en Cuba ante la mirada impasible de los cubanos, quienes anhelaban el retorno a la democracia y que fueron totalmente engañados. Cabe preguntarse ¿cómo es posible que nadie hiciera nada para detenerlo? Algunos sí lo hicieron y fueron asesinados, encarcelados o desaparecidos. Pero lo que consolidó el poder comunista, además del miedo; fueron los pensamientos nefastos de: eso a mi no me afecta y de que el rico es alguien intrínsecamente malo. Estos dos pensamientos en España se han ido asentando de la mano de la izquierda más radical e incluso de la moderada.

Ningún país está exento de que todo eso ocurra, Latinoamérica lo ha demostrado. Muchos politólogos, intelectuales e incluso los mismos cubanos le advirtieron a Venezuela, Brasil y Argentina las maldades del socialismo, y aún así, los votaron. Los resultados son muy evidentes en menos de 20 años: destrucción de la economía y de la institucionalidad. Derivas totalitarias de sus dirigentes y empobrecimiento masivo del pueblo y por sobre todas las cosas, el enriquecimiento de aquellos que se anunciaban como salvadores y defensores de la justicia social. Todo esto ya ha estado ocurriendo aquí y a ojos vista, los ejemplos sobran y son abrumadores. Por tanto, aunque este 28M el pueblo español ha hablado, todavía hay un camino largo por recorrer para consolidar la libertad y la democracia de este pueblo maravilloso que tanto ha aportado al mundo y que lo seguirá haciendo.

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